La fauna que no vemos
Antonella Falconaro, Rocío Vega, Norma Brugni y Richard Sage
Los murciélagos presentan una gran variedad de dietas, algunos se alimentan de frutas y/o néctar de flores, otros de peces, ratones o aves, y sólo tres especies en el mundo se alimentan de sangre. La mayoría de estos mamíferos se alimentan de insectos y las familias presentes en la Patagonia argentina son exclusivamente insectívoras. En nuestra ciudad, al anochecer, suele vérselos salir de sus refugios para cazar durante el vuelo y alimentarse en cantidad, principalmente de mosquitos, polillas y otros insectos menos conocidos como caddis y efémeras. Esta tarea la logran utilizando un mecanismo conocido como ecolocalización, que les permite localizar las presas y sortear obstáculos gracias a las ondas que “van y vienen” de sus propios chillidos. Debido a su dieta, y a los grandes números de murciélagos que se pueden encontrar por refugio, estos mamíferos voladores son el “hogar” de una variada fauna de parásitos, los cuales viven dentro y fuera del animal. En Bariloche, las tres especies de murciélagos estudiadas albergan gusanos cilíndricos (nematodes), gusanos planos (cestodes y digeneos), piojos, pulgas y garrapatas. La importancia de los murciélagos no sólo se debe a su rol ecológico como regulador de las poblaciones de insectos, sino también a su papel como hospedadores de otros animales mucho más pequeños.
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